El mundo no se ha creado hoy y no acabará mañana. Hace mucho tiempo atrás, los seres humanos mantenían estrechas relaciones con los animales salvajes. Entre ellos existían lazos de fraternidad y amistad.
Un año, los animales salvajes ofendieron Madre Naturaleza. Cortaron todos los árboles para hacer fuego y venderlos. Pero la naturaleza se vengó: la lluvia no cayó e hicieron muy malas cosechas.
Mientras tanto, los hombres habían cuidado los árboles y la naturaleza que los rodeaban. Gracias a numerosas lluvias, sus cosechas fueron abundantes.
Una liebre llamada Diasson sufría horriblemente. Efectivamente, la hambruna se había apoderado de los animales salvajes. Impotentes, estaban agotados y se morían de hambre uno tras otro.
Pero la liebre es astuta, todo el mundo lo sabe. Así pues, un día Diasson fue a ver a su vecina la rata, y le dijo:
- Amiga Rata, el día en que un anciano agota todos sus trucos, ese mismo día se muere. Si no encontramos una solución, la hambruna nos llevará a todos al pueblo de los huesos blancos.
- Hermana Diasson, estoy a tu disposición día y noche, contestó la rata.
- Perfecto, dijo la liebre. Mira este tam-tam: si conseguimos entendernos, podremos comer a nuestra hambre.
- Hermana liebre, explica pronto que tardar demasiado trae mala suerte, prosiguió la rata.
- Hay una pequeña apertura en la parte inferior del tam-tam. Tienes que entrar ahí y quedarte en el interior. Entonces iremos al pueblo de los hombres. Ante ellos, me presentaré como un músico venido a distraerlos. Les diré que mi tam-tam es un "tam-tam que habla”. Gracias a ello, los habitantes nos ofrecerán todo tipo de platos. Nos deleitaremos antes de hacer la representación. ¡El resto, supongo que lo habrás adivinado!
- ¡Por supuesto! Cada vez que cantarás, repetiré el estribillo desde mi escondite. Entonces todos pensarán que tu tam-tam habla.
- Exactamente, ¡lo entendiste bien! acabó Diasson.
Lo que se dijo, inmediatamente se hizo. La rata saltó en el tam-tam y se acurrucó en el fondo.
La liebre entonó entonces su canción y la rata le respondió a coro. Ensayaron así hasta que se sintieron listos. Diasson tomó entonces su tam-tam y se dirigió hacia la aldea más cercana.
Cuando entró en la aldea, se encontró con un grupo de mujeres que sacaban agua del gran pozo. Al ver una liebre con un tam-tam, se quedaron atónitas. Una de ellas se exclamó: - Esto es increíble! Una liebre que toca el tam-tam!
El músico le respondió: Y aún no ha visto lo más extraordinario: mi tam-tam habla. Cuando anochezca, lo verán. Pero primero llévenme al Jefe de la aldea.
Una de las mujeres aceptó acompañarlo hasta la casa del Jefe.
Llegada ante el vestíbulo, la liebre saludó. Buenos días, afortunado Jefe de aldea! Sin levantar la cabeza, el anciano respondió: ¡Te doy la bienvenida! Qué difícil es caminar.
La liebre entró en el vestíbulo y cuando se encontró frente al Jefe de la aldea, éste se sobresaltó y se exclamó:
¿me mentirán mis ojos o se equivocará mi mente?
- ¡Eh, afortunado Jefe! Tus ojos te dicen la verdad, tu mente no se equivoca. He venido a tu aldea con mi tam-tam para distraer a tu apacible pueblo.
- Cuando uno vive mucho tiempo, uno ve de todo y oye de todo: ¿¡una liebre con un tam-tam!? se extrañó el anciano.
La liebre le contestó: - No tiene nada sorprendente. Es más, mi tam-tam habla.
El Jefe de la aldea elevó la voz: Niño, ¿no estarás exagerando? Si vienes a molestar a mi pueblo, y no hay semillas en la cebolla, ¡eres hombre muerto!
Muy confiado, Diasson aceptó la posibilidad de este terrible castigo.
Inmediatamente, un emisario fue enviado a todas las familias para anunciar la llegada de un artista extranjero en la aldea. La noticia de este milagroso tam-tam se extendió por toda la aldea. Sólo se hablaba del famoso tam-tam de Diasson. Todo el mundo estaba impaciente de que anocheciera.
La tradición exige que los aldeanos alimenten a un artista extranjero venido a distraerlos. Así pues, cada familia le trajo a Diasson numerosos platos deliciosos. Una vez sola en su choza, la liebre le dijo a la rata de salir del tam-tam para que comieran juntos. Se deleitaron con la comida, y luego la rata volvió a su lugar.
¡Sucedió exactamente así! ¡Inevitablemente esto debía ocurrir así! Todo el mundo sabe que ésta es la manera correcta.
Mucho antes de que atardeciera, los muchachos y las muchachas barrieron cuidadosamente la plaza del pueblo. Los niños recogieron ramas y paja seca.
Las mujeres se apresuraron a cocinar y todas terminaron de preparar la cena mucho antes del anochecer.
En la aldea, sólo se hablaba del tam-tam de la liebre. La gente siempre tiene prisa para las cosas agradables. Sin embargo, los bambaras dicen: una vez fijada la fecha, que no tarde.
La noche llegó. Por todas partes, habían terminado de cenar. El Jefe de la aldea envío entonces un mensajero a decirle a Diasson que la fiesta podía empezar.
La plaza del pueblo estaba llena a rebosar: los ancianos, las ancianas, los jóvenes, los niños y las niñas, todo el mundo estaba ya allí.
Los cazadores tenían las armas cargadas y los niños tenían los arcos y las flechas. En cuanto a las mujeres, cada una llevaba una pesada maza. El Jefe de la aldea había autorizado a matar la liebre si su tam-tam no hablaba.
La liebre llegó con su tam-tam y lamultitud le dio paso hacia el centro de la plaza.
Aconsejados por los ancianos, los niños avivaron el fuego añadiendo ramas y paja suficiente para tener una buena luz.
Diasson se enganchó el tam-tam al cuello, y empezó a tocar y cantó:
"Mi tucu-tucu-bara que está aquí,
mi tucu tucu-bara que está acá.
Si mi tam-tam no habla,
que los aldeanos me decapiten. "
Apenas terminó de cantar, la rata respondió desde el interior del tam-tam: "¡Ting! ¡King! ¡Bam! ¡Es la voz del tam-tam!
¡Ting! ¡King! ¡Bam! ¡Es la voz del tam-tam! "
La alegría y el asombro se apoderaron de la multitud. Nunca habían visto semejante magia.
El Jefe de la aldea le pidió al mago que se quedara en la aldea porque una sola noche de fiesta no era suficiente. Entonces Diasson se quedó tres noches seguidas con su cómplice, atiborrándose de carne y cuscús antes de cada espectáculo. Luego salieron hacia otra aldea, que ya les estaban esperando impacientemente.
Informada de la astucia de la liebre, la hiena perseguió a un lagarto que capturó. Lanzó el reptil en su tam-tam sin decir una palabra y se dirigió hacia una aldea. Se hizo llevar ante el Jefe de aldea y le dijo:
Dile pronto a tu pueblo que me traiga mucho cuscús, carne, arroz, dèguè y más comida suculenta. Esta noche, voy a distraeros: mi tam-tam habla.
Los aldeanos cocinaron todo tipo de platos y se los llevaron a la hiena. Se comió todo, dejando al lagarto prisionero del tam-tam. Por el agujero, éste solo podía mirat a la hiena atiborrarse de buena carne.
Cayó la noche y el Jefe de la aldea hizo llamar a la hiena para que empezara el espectáculo. La plaza del pueblo ya estaba llena de aldeanos, todos armados con escopetas, lanzas y palos. Se pusieron de acuerdo: si el tam-tam de la hiena no habla, la matarán.
La tocadora de tam-tam se colocó en el centro de la plaza y cantó:
"Mi tucu-tucu-bara que está aquí,
mi tucu tucu-bara que está acá.
Si mi tam-tam no habla,
que la gente me decapite. "
El lagarto, enojado, permaneció en silencio.
La hiena dijo entonces: Esperen un momento. Me olvidé decir los encantamientos mágicos. De lo contrario, el tam-tam no puede hablar.
Se le permitió hacer sus encantamientos en medio de la multitud. A través de la apertura, se dirigió en voz baja al lagarto:
Si no cantas, ¡moriremos los dos en el acto!
El lagarto le contestó: - Nunca cantaré porque con el estómago vacío, no se puede hacer nada. Que los aldeanos me maten aquí o que me dejen vivir, de todas formas el hambre me quitará la vida. Querida, apáñatelas tú sola para sacarte de esta situación que has creado tú misma.
Inmediatamente la hiena tiró el tam-tam y corrió para escaparse entre la multitud. Pero la gente estaba ya lista a lanzarse, y se abalanzaron sobre ella para golpearla a muerte. En cuanto al tam-tam, se rompió cerca de un agujero y la lagartija se deslizó sigilosamente para esconderse en él.
¡Hermanas y hermanos! Uno no debe ir al mercado con sólo ver su co-esposa ir.
Se puede morir imitando a alguien.
Los bambaras dicen: De tanto manejar tu cuerdecita de traición, acabarás atándola a tu propio cuello.
Oumar Diarra, Antoine Fenayon y los niños de la escuela de Fassa
traducido al español por Beatriz Ruiz